Zarate-Paranacito-Ibicuy
Hay mucha mística. Las preguntas nos carcomen.
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¿Cómo es despertar de un ser sin intelecto? [...] No hay diferencia: despertar, alimentarse, reposar, mantener el ciclo natural. Hasta la muerte repentina es parte de este sentir siempre igual. La pisada veloz pero inocente de un treinta y siete y medio, la tenaz y orgullosa de un cuarenta y dos, el pico del gorrión tras el malvón, el veneno que procura hábilmente una señora o el tiempo, inevitable, simple, eficaz.
Científicos lo negarían, cristianos, rabinos, adoradores paganos, idolatras varios de personajes mediáticos, no se detendrían a escuchar [...]. Pero hay algo que es cierto, y si es cierto es verdad: la llamaban Ambar, pudo escapar a esa forma de inexistencia, de esa inconsciencia.
Si se hubiera salvado no le hubiera alcanzado la vida para arrepentirse.
Despertó, ser sin intelecto, con leve atisbo de conciencia. Pronto lo supo, era una babosa. Salió de debajo de un ladrillo, lugar en el que bajo forma inconsciente se había detenido a reposar; avanzó lentamente estirando y encogiendo su cuerpo en formas sucesivas, lo hizo durante tres horas, sin saberlo, nunca tuvo consciencia del tiempo, si tuvo consciencia de su error; se estaba deshidratando, nunca podría volver atrás.
Siguió avanzando, agonizante y desesperada. El seco contrapiso de abundante cal la estaba matando, el seco contrapiso de abundante cal la sufrió hasta cascarilisarla. No le hubiera alcanzado la vida para arrepentirse, la llamaban Ambar.
(Felipe Silencio Mineral)